Saliendo de la central busco un taxi y le pido que me lleve al cementerio, el conductor maneja muy rápido porque tengo prisa no quiero que me vean ahí, en mis manos llevo una bolsa negra y dentro hay rosas amarillas, no la conocía y no sé porque estoy segura que eran sus favoritas.
El camino por el que pasa el taxi no parece ser real, casas y vegetación que no son propias del lugar después de una larga colina llegamos a una enorme puerta negra y el taxi gira a la derecha, le pido que se detenga y bajo rápidamente pero parece que escogí el peor momento para venir hay mucha gente por todas partes es como si fuera primero o dos de noviembre, hay flores por todas partes y familiares arreglando tumbas.
No estoy segura de que hago pero siento una gran pena y la necesidad de estar ahí, camino en medio de la multitud tratando de pasar desapercibida, esperando no encontrar a alguien que me reconozca y diga que estuve ahí, desafortunadamente después de dar unos pocos pasos tropiezo con alguien y lo veo, se ve más joven como cuando tenía diecisiete años, me volteo y trato de tapar mi cara con el sombrero para que no me vea y dos metros más adelante lo vuelvo a ver pero ahora esta con viejos amigos y usa lentes oscuros luce como la última vez que lo vi hace unos meses, tengo que seguir de largo y volver a voltearme para que no me vean no puedo dejar las flores porque la tumba a la que voy esta cerca de ellos. Me siento terriblemente triste porque no puedo quedarme en su tumba un rato y darle sus flores, el cementerio es como un espiral así que sigo caminando con la esperanza de que al llegar a un punto más alto pueda al menos ver de lejos su tumba, después de caminar un rato la encontré me senté en la orilla de una pequeña barda de piedra, la miré y tuve ganas de llorar, sentí una tristeza inexplicable, no la conocía pero la extrañaba la gente comenzaba a irse poco a poco y desde ahí yo lanzaba las rosas amarillas a su tumba.