¿Qué pasa con nosotros que cuando amamos creemos que el otro tiene que ser como yo me lo imagino, tiene que sentir por mí lo que yo siento por él, tiene que pensar en mí tanto como yo quiero, no tiene que correr riesgos que amenacen la relación y tiene que pedirme a mí lo que él quiere para que sea yo quien se lo alcance?.
El amor concede, empuja, fomenta que aquellos a quienes yo amo transiten también espacios cada vez menos dependientes.
Cuando decimos:
“No tuve otro remedio...”
“Yo no soy responsable de esto...”
“No tenía otra posibilidad...”
Mentimos. Mentimos alevosamente. Porque siempre elegimos.
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